archive page
www.up-rs.siCoat of armsPresident of the Republic
President
Constitution and laws
News
Photo-video gallery
Decorations
Office of the President
At the 60th session of the United Nations General Assembly (September 2005)
President
home home  |   print print  |   slovenian flag slovensko
  Search

Dr Janez Drnov¹ek: Una década en los Bálcanes (In Spanish)

Política Exterior, No.74, marec/april 2000


Este ano, 1999, ha sido un ano en el que la política internacional y los medios de comunicación concentraron su atención en el sudeste de Europa, es decir, en los Balcanes. Éste ha sido el ano de la guerra en Kosovo, de los ataques aéreos a la República Federal de Yugoslavia, un ano en el cual la OTAN, por primera vez en su historia, inició un ataque contra un país soberano. Personalmente he asistido a la cumbre de la OTAN que se llevó a cabo a fines de abril en Washington. Se esperaba que fuera un gran aniversario y una gran celebración, pero terminó siendo una cumbre acerca de la guerra en Yugoslavia. La cuestión general de la seguridad internacional y del papel de la OTAN en la era post-guerra fría se discutió y elaboró en el contexto de la crisis de Kosovo. Las cuestiones en torno a la legitimidad y a los fundamentos legales de la intervención de la OTAN, las relaciones de la Alianza con las Naciones Unidas y el papel del Consejo de Seguridad estuvieron todos muy presentes tanto dentro, como fuera de la cumbre. Estas cuestiones fueron mucho más críticas debido a la oposición de Rusia y China a la intervención de la OTAN. En muchos países, incluso en los países miembros de la OTAN, hubo una discusión muy animada acerca de la justificación de los ataques aéreos. Algunos gobiernos se mostraron aprensivos con respecto a la posibilidad de que fuerzas de tierra pudieran llegar a ser utilizadas en el ataque a Yugoslavia. Alemania, por ejemplo, fue especialmente sensible a ello, en tanto que, por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, su Luftwaffe participaba en las actividades bélicas.

El primero de junio estuve de visita en Alemania y me reuní con líderes políticos alemanes. Era evidente que una escalada o, incluso, la sola continuación de las actividades bélicas conduciría a un incremento extremo de las presiones políticas dentro del país. Asímismo, en algunos otros países, tales como Italia y Grecia, los gobiernos encontraban extremadamente dificultoso el cumplimiento de sus obligaciones para con la Alianza.

Entretanto, el apoyo de Rusia a Yugoslavia y la intensa retórica anti-OTAN y antiamericana en aquel país significaban que su asociación con la OTAN era puesta en serio peligro. Además, el bombardeo a la embajada de China condujo a éste país a dejar de lado su cautelosa, pero, usualmente, constructiva posición.

Finalmente, después de tres meses de ataques aéreos, Milosevic aceptó las condiciones de la OTAN y el Ejército yugoslavo se retiró de Kosovo.

Esto sucedió en un momento en que las voces, tanto a favor como en contra, de la intervención con fuerzas de tierra se volvían cada vez más fuertes. Desde el punto de vista militar, es probable que hubiese sido imposible no introducir fuerzas de tierra en un futuro muy próximo. Estoy convencido de que esta decisión habría sido tomada dentro de las siguientes dos o tres semanas, si Milosevic hubiera continuado su resistencia. Además, políticamente llegaría a ser extremadamente embarazoso continuar con los ataques aéreos por varios meses más, sin lograr resultados decisivos. Estoy convencido de que, a pesar de los riesgos que involucraba para sus relaciones internacionales (incluso serias tensiones con Rusia, China y las Naciones Unidas) y con la Alianza (como ya he mencionado, la opinión pública en Alemania, Italia y Grecia), los Estados Unidos hubieran tenido que decidirse por una ofensiva con fuerzas de tierra, si Milosevic no hubiese capitulado a último momento. Pero lo hizo, y todo se resolvió bastante bien: las tropas de las Naciones Unidas (principalmente OTAN) ingresaron a Kosovo, los refugiados comenzaron a retornar, una catástrofe humanitaria aún más seria fue evitada, las relaciones con Rusia y China volvieron gradualmente a su estado previo, las Naciones Unidas mantuvieron su papel y los gobiernos de los países de la OTAN sobrevivieron.

Teniendo en cuenta las circunstancias, esto es un "final feliz". Por supuesto, con ello no se ha terminado el problema de Kosovo y de los Balcanes. En el futuro seguiremos oyendo y hablando de esta cuestión. Sin embargo, lo que ha sucedido en los últimos meses fue un paso nuevo e importante en el manejo de las relaciones internacionales. ?Por qué ha sucedido? Si es que implicaba tantos riesgos, ?por qué se decidieron los EEUU y la OTAN por una acción militar? ?Ha de suceder lo mismo en otras situaciones similares en el mundo?

Esto no ha sido, claro está, una acción defensiva. La OTAN no había sido atacada. Pienso, además, que esta no fue una decisión de estrategia geopolítica con vistas a obtener un control político y económico de la región. Eso habría sido un modelo del pasado, y estoy profundamente convencido que el papel y el propósito de la OTAN no es - y no debería serlo - similar al abordaje clásico o hegemónico de las superpotencias. La justificación más frecuente de las acciones fue la prevención de una catástrofe humanitaria y la protección de los derechos humanos. Creo que eso es básicamente correcto, pero personalmente lo veo en conexión con una razón aún más decisiva: la seguridad europea. En el mundo hay muchas crisis humanitarias, pero la OTAN, los EEUU o las Naciones Unidas no intervienen. Pero Yugoslavia está en Europa. Y los modelos políticos empleados por el régimen de Milosevic son similares a aquellos que han llevado a tantas guerras europeas en los siglos pasados. En dos oportunidades en este siglo los EEUU debieron intervenir militarmente para detener guerras europeas, las cuales de lo contrario podrían haber influido en la estabilidad de los EEUU y del mundo.

Si bien es cierto que los EEUU y la OTAN no pueden desempenar el papel de policías en todas partes del mundo, ahora han sentado un precedente: existe una posibilidad real de que a los "bad guys" como Saddam Hussein o Milosevic se les ponga frenos, si es necesario, por medio de una acción militar. Por supuesto que puede haber otros intereses en juego, de tipo geopolítico y económico, pero con todo, básicamente, en esta situación, la protección de los principios básicos, de orden humanitario o democrático, prevalece claramente. La dimensión "bad guy" puede ser exagerada por los medios de comunicación. Los políticos necesitan tales exageraciones a fin de obtener el suficiente apoyo público para una acción militar. Motivos o justificaciones más sofisticadas son más difíciles de "vender" al público. Las situaciones no son nunca, en realidad, tan simples, y los dictadores siempre hallarán alguna justificación o "verdad" para "vender" a su público. Normalmente no es difícil sacar provecho de los sentimientos y las emociones nacionales o asumir el papel de David contra Goliat.

Uno podría afirmar que la manipulación de los medios de comunicación está presente en ambas partes. La OTAN y Milosevic pueden manipular a la gente de los medios de difusión a fin de obtener o mantener el apoyo público para sus actividades. De todos modos, hay una diferencia considerable: en un medio ambiente democrático no es posible enganar a los medios de comunicación por largo tiempo. Tarde o temprano los hechos reales y la opinión independiente prevalecerán. Durante la última década, Milosevic ha probado ser un maestro de la manipulación de los medios de comunicación. En esto fue tan exitoso que logró convencer a la mayoría de los serbios, y por varios anos incluso al mundo, de que el régimen serbio era democrático y que su política no era responsable de las atrocidades y guerras en la antigua Yugoslavia. Dado que le conozco, puedo decir que a menudo se ha convencido también a sí mismo. Ciertamente, siempre hay otros a quien culpar - primero los eslovenos y los croatas, luegos los bosnios y los albaneses, pero nunca Milosevic y su idea de la Gran Serbia.

Creo que siempre que un político empieza a hablar de la Gran Serbia o de la Gran Alemania o de la Gran Albania, esto terminará casi seguro en una guerra; como también, si empieza a hablar acerca de las injusticias históricas que es necesario reparar, por ejemplo, para reunir a todos los serbios en un solo país. Si uno empieza a hablar de esto en un país multiétnico, multicultural y con diversas religiones como en la antigua Yugoslavia, inevitablemente habrá de atizar las emociones no sólo entre los serbios, sino que también los otros responderán a ellas y el fuego del conflicto se habrá encendido.

En Europa y en el resto del mundo hay numerosas fronteras que pueden ser consideradas por una o ambas partes como injustas. También existen numerosas minorías. Simplemente no se puede delimitar las fronteras de los estados nacionales. Existen numerosas situaciones entremezcladas, en las que conviven diferentes grupos étnicos. El mejor ejemplo es la antigua república yugoslava de Bosnia-Herzegovina. Serbios, croatas y musulmanes convivieron allí por siglos: bajo el Imperio Otomano, luego bajo el Imperio de los Habsburgo y bajo la monarquía yugoslava, creada después de la Primera Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial se inició con la idea de corregir injusticias históricas y reunir a todos los alemanes en una Gran Alemania. Además, para los dictadores resulta conveniente encontrar a alguien a quien hacer responsable de otras injusticias internas - por ejemplo, a los judíos en la antigua Alemania. Con ello se consigue el motivo y la energía suficiente para homogeneizar la nación y para dirigir las emociones contra el enemigo interno y externo.

El ejemplo de Hitler es un caso extremo, que puso en peligro el orden mundial y cuyo resultado fueron consecuencias extremadamente desastrosas. De todos modos, podemos encontrar algunos ejemplos de su política, empleada por algunos de los "bad guys"de hoy, o, incluso, por políticos que no se extralimitan al respecto, pero se sienten tentados a aprovecharse de las emociones fáciles: emociones nacionalistas o impulsos a corregir injusticias históricas.

La estructura política de la Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial se creó sobre la base de esta horrenda experiencia. En ello influyó parcialmente el peligro de una nueva dictadura ideológica - la Unión Soviética de Stalin y la división de Europa por el telón de acero. La respuesta combinada de la Europa Occidental y de los EEUU a la amenaza soviética fue la OTAN. La respuesta ideológica de la Europa Occidental a su experiencia con Hitler y Stalin fue la creación del Consejo de Europa. La protección de los derechos humanos básicos y la protección de las minorías fueron el centro de atención de esta institución democrática.

La creación de la Unión Europea no la considero sólo la expresión de una necesidad económica de integrar a Europa y la respuesta o contribución a la globalización. En ella percibo un esfuerzo por superar el pasado europeo, con sus siglos de conflictos y guerras - un esfuerzo por superar el estado nacional y construir una estructura política y económica que prevenga futuras guerras en Europa. Sobre la base de su tradición democrática y las desastrosas experiencias de la Segunda Guerra Mundial, la Europa Occidental ha desarrollado una forma de cooperación mutua, basada en la tolerancia de las diferencias, ya sean éstas étnicas, religiosas o culturales. Las fronteras internas están desapareciendo gradualmente. Las mayorías y minorías étnicas hallarán cada vez menos razones para la consecución de una integración en estados nacionales. Todas ellas estarán integradas en una Europa, donde el respeto a las diferencias étnicas, culturales o religiosas ha de ser un elemento básico de cooperación.

En la socialista Europa del Este el problema nacional fue resuelto de otra manera. El sistema de partido único, con un estricto control de los medios de comunicación de masas y un poder estatal represivo, no permitió el desarrollo de ningún movimiento nacionalista. Podría decirse que durante el régimen comunista las tensiones étnicas fueron congeladas. Sin embargo, no desaparecieron. Durante la época del colapso del bloque comunista los sentimientos nacionales revivieron y muy a menudo estuvieron estrechamente combinados con los movimientos democráticos. El nacionalismo fue un arma poderosa en la lucha contra el comunismo. Sin embargo, una vez abierta la Caja de Pandora, era difícil o imposible volver a cerrarla. En algunas situaciones étnicas complejas, como las que se presentaban en la antigua Yugoslavia, el fin del sistema de partido único coincidió con la creación de estados nacionales y con guerras.

Pero la democratización no puede ser una excusa para el abuso de las ideas nacionalistas. En esta cuestión debemos entrar en detalles específicos. Milosevic no comenzó su carrera política como un promotor de la democracia en Serbia. Primero, en 1987 se convirtió en el líder del Partido Comunista Serbio. Su ascenso político se debió a su línea nacionalista dura, confrontando al líder del Partido Stambolic, más moderado y democrático. Milosevic se perfiló a sí mismo como el defensor de los serbios en Kosovo frente al "peligro albanés". Afirmaba que los serbios merecían más poder del que habían tenido en la Yugoslavia de Tito. Su deseo era cambiar el equilibrio político y étnico de la antigua Yugoslavia. Y lo logró: ese equilibrio se convirtió en destrucción.

En realidad, la antigua Yugoslavia no necesitaba demasiado la ayuda "nacionalista" para combatir el comunismo. Muy por el contrario: los conceptos políticos autoritarios y nacionalistas incluso ponían en peligro el cambio democrático, siendo evidente desde el comienzo que podrían conducir a un derramamiento de sangre. Los políticos deberían haber sido aún más concientes del peligro y aún más responsables. El juego nacionalista fue el juego de poder de algunos aventureros políticos. Sin tomar en cuenta las consecuencias que ello podía acarrear.

En Yugoslavia, el sistema de partido único era usualmente más afable con la gente que en los países del Pacto de Varsovia. La competencia política no estaba permitida, pero las libertades individuales eran mayores. Formalmente, el Estado era una federación descentralizada, con una significativa autonomía de las repúblicas (Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia) y también de las provincias autónomas (Voivodina y Kosovo) que existían dentro del marco de Serbia. Sin embargo, cuando Tito y el Partido Comunista estaban firmemente en el poder, la soberanía de las repúblicas federales fue limitada - más en el papel que en la práctica. Pero en los anos ochenta, después de la muerte de Tito, el poder central empezó a perder control. El Partido Comunista mismo se volvió cada vez más descentralizado. Cuando soplaron vientos nuevos en la Europa del Este, algunas repúblicas, particularmente Eslovenia y Croacia, intensificaron el proceso de cambio político. Las diferencias entre las repúblicas aumentaron, debido a las diferencias en la rapidez de su democratización. Eslovenia lideró este proceso, mientras que Serbia bajo Milosevic tomó una dirección distinta.

En 1988 Milosevic logró instalar regímenes títere en Montenegro, Voivodina y Kosovo, organizando grandes campanas en los medios de comunicación y amenazando las reuniones públicas (la así llamada "revolución yogur"). Cuando el régimen de Serbia eliminó prácticamente la autonomía de Kosovo, los albaneses de Kosovo protestaron masivamente. La policía respondió y hubo un considerable número de muertes en las manifestaciones. La Presidencia federal introdujo la ley marcial en Kosovo. A comienzos de 1989, el cuadro general de Yugoslavia se empezó a poner más y más sombrío y amenazante.

Este fue el momento en que personalmente entré en esta historia. En Eslovenia, los líderes políticos experimentaban con la democracia. Por primera vez en la antigua Yugoslavia se llevaron a cabo elecciones libres para elegir al miembro esloveno de la Presidencia yugoslava. Y bajo el sistema, en el cual la presidencia yugoslava era rotativa, el elegido iba a ser presidente de la Presidencia. Para sorpresa de la clase política dirigente, el elegido fue un desconocido de fuera - yo mismo.

Llevé consigo a la Presidencia de Yugoslavia el sentimiento general del pueblo esloveno: el deseo de una mayor eficiencia económica, mayor democratización, integración europea - y temores. Temores de que algo terrible iba a suceder en Yugoslavia. Temores que se debían al régimen autoritario de Belgrado: temor a las "revoluciones yogur", temor a la guerras civiles, temor a los golpes militares. El reclamo de la independencia de Eslovenia no era explícito. Ello implicaba demasiados riesgos. En aquel momento, la gente hubiese preferido la mejora de las condiciones de vida y la seguridad. Sólo gradualmente, con el progreso de la amenaza autoritaria de Serbia, la gente tomó conciencia de que el compromiso no era posible. El único camino era escapar hacia la independencia y hacia la integración europea. Yo mismo experimenté una conversión similar. Intenté desempenar mi función de presidente de Yugoslavia de la mejor manera posible. Intenté reconciliar a los serbios y albaneses, y traté de organizar un diálogo constructivo.

Desde el 15 de mayo de 1989 hasta el 15 de mayo de 1990, mientras fui presidente de la Presidencia colectiva de Yugoslavia, traté pacientemente de reducir, paso a paso, las tensiones. Gradualmente logré liberar prisioneros políticos albaneses - varios cientos de ellos - y eliminar la ley marcial en Kosovo. Traté de ganarme a los serbios, defendí la tolerancia. Traté de no ser sólo un esloveno en la Presidencia, sino de mejorar las cosas para todos. A los líderes europeos les presenté la intención de formar parte del Consejo de Europa y, más tarde, de la Comunidad Europea. Al reunirme con ellos, les dije que se estaba "desarrollando una carrera entre un salvaje nacionalismo y una concepción racional, tolerante y democrática". Desafortunadamente, el proceso de destrucción fue más rápido que el proceso de consolidación democrática. Quién sabe si esto último realmente tenía alguna posibilidad. Habría requerido políticos tolerantes y responsables en todas las repúblicas de Yugoslavia - pero especialmente en Serbia y Croacia. La gente en Bosnia-Herzegovina le temía a las presiones nacionalistas provenientes de Serbia, pero también a las de Croacia, ya que sentía que eso podía terminar en un desastre.

Durante mi período presidencial de un ano conté con un gran apoyo público. La gente sentía que ése era el camino correcto a seguir. Por un breve tiempo incluso pareció que podría triunfar. Pero eso fue sólo una ilusión - la calma que precede a la tormenta.

Mis esfuerzos para traer a los albaneses y a los serbios a la mesa de negociaciones no dieron resultados. Los serbios confiaban sólo en la fuerza y rechazaban el diálogo. Realicé intentos tanto en las reuniones formales de la Presidencia, como también en conversaciones informales. Milosevic podía ser una persona afable para hablar de muchas cuestiones, pero cuando se discutía la cuestión de Kosovo se volvía inflexible y era imposible llegar a un compromiso.

Cuando en la Presidencia federal logré obtener la mayoría para la liberación de los prisioneros políticos de Kosovo - incluso la de Adem Demaci, que había permanecido 28 anos en prisión - Milosevic estaba furioso. Debido a mis esfuerzos por establecer un diálogo que condujera a una solución del problema de Kosovo, los medios de comunicación controlados de Serbia me acusaron a menudo de ser un traidor a la Yugoslavia federal y a Serbia. En realidad, éste fue el último esfuerzo verdadero de ayudar al país a evitar un desastre. Una vez le dije a Milosevic: "Su política es como montar un tigre. Mientras lo estás montando, te sientes, probablemente, muy poderoso. Pero tarde o temprano tendrás que desmontar y entonces el tigre te devorará". Cuando el 15 de mayo de 1990 concluyó mi período presidencial, asumió el cargo de presidente el miembro serbio de la Presidencia. Inmediatamente introdujo una retórica muy diferente: los albaneses separatistas deben ser reprimidos, los intereses de los serbios, donde sea que éstos residan, deben ser protegidos. El régimen serbio disolvió el Parlamento de Kosovo y la represión policial recomenzó. Los albaneses en Kosovo reaccionaron, proclamando su propia República en una reunión secreta de su Asamblea. De aquí en adelante no hubo más intentos para hallar una solución pacífica y democrática en Kosovo. Los albaneses organizaron sus propias instituciones no formales paralelas, incluso escuelas. Durante casi toda una década siguieron la política de la resistencia pasiva de Ibrahim Rugova. Esperaban el resultado de la destrucción de Yugoslavia. Esperaban la caída del régimen de Milosevic.

Dado que Milosevic sobrevivió y dado que en todas las guerras en Yugoslavia su fuerza política, militar y policial permaneció prácticamente intacta, los albaneses no vieron, finalmente, otra alternativa que comenzar en 1998 con la resistencia armada. Esto condujo a los eventos de 1999 y a la intervención de la OTAN.

En abril de 1990, durante mi período presidencial en la Presidencia de Yugoslavia, se llevaron a cabo en Eslovenia y Croacia, por primera vez, elecciones parlamentarias libres. Un nuevo grupo político ganó las elecciones. Ambas repúblicas estaban claramente en vías de democratización, centrándose en la identidad nacional y la soberanía, pero aún dentro del marco de una Yugoslavia federal o confederada. Pero la presión autoritaria de Serbia por cambiar la estructura de poder en la antigua Yugoslavia le confirió un real empuje a los reclamos de independencia. Estaba en claro que en Yugoslavia ya no había perspectiva alguna. A partir de la eliminación de la autonomía de Kosovo, Voivodina y Montenegro por parte de Serbia, el panorama se mostraba muy amenazador. En la Presidencia federal Serbia tenía cuatro votos - cuatro de un total de ocho. Y la Presidencia Federal era importante, pues poseía el mando formal del Ejército yugoslavo. Milosevic trató de obtener una mayoría en la Presidencia y desplazar al ejército hacia Croacia y Eslovenia - pretendiendo, con ello, defender la soberanía yugoslava.

Varias veces impedimos tales intentos (yo continuaba siendo miembro de la Presidencia Federal). En aquel tiempo, los generales del Ejército eran pro-yugoslavos y Milosevic trató de presentarse a sí mismo como defensor de la integridad yugoslava. Mucho se especuló acerca de la posibilidad de que el Ejército fuera a intervenir directamente en la escena política, pero los generales no querían actuar sin la aprobación formal de la Presidencia.

En 1990, Eslovenia y Croacia estaban dispuestas a negociar una nueva confederación. Sin embargo, Milosevic rechazó la propuesta de una confederación laxa. La idea de Serbia era una confederación más centralizada. En tales circunstancias eso hubiera significado que sería Milosevic quien gobernaría Yugoslavia. Entonces Eslovenia y Croacia declararon su independencia en diciembre de 1990. De todos modos, propusieron un período de 6 meses para negociar pacíficamente las relaciones con las demás repúblicas y para establecer la nueva situación política.

El impulso de los movimientos de independencia en Eslovenia y Croacia creció en la segunda mitad de 1990. No puedo decir que éste se hubiese desarrollado cualesquiera fueran las circunstancias, especialmente en el caso de Croacia, pero como consecuencia de estos hechos, el movimiento de ambas hacia la independencia fue una respuesta a la presión serbia.

Por ello, ciertamente, no estoy de acuerdo con la tesis de que Eslovenia y Croacia forzaron su independencia y de que son las responsables del desmembramiento de Yugoslavia. A mi entender, el desmembramiento de Yugoslavia se dió con Kosovo. Una solución democrática al problema de Kosovo en 1989 y 1990 hubiese significado que la Yugoslavia multiétnica podía haber sido transformada democráticamente. El concepto autoritario y nacionalista, que de hecho prevaleció, senaló una perspectiva peligrosa para el resto de los pueblos de Yugoslavia. Esto provocó y estimuló una respuesta más rápida en estas repúblicas.

Durante la primera mitad de 1990 atravesamos tiempos de tensión, en los que una explosión era posible. En la Presidencia federal y con los presidentes de las repúblicas (Milosevic, Tudjman, Izetbegovic, Kucan, Gligorov, Bulatovic) estuvimos negociando el futuro panorama político de la antigua Yugoslavia. Mi objetivo, entonces, era alcanzar al menos una disolución pacífica de Yugoslavia.

La gran mayoría de los eslovenos se había decidido a favor de la independencia. Eslovenia era étnicamente homogénea y podía establecer su independencia sin demasiados problemas. Croacia tenía mayores dificultades; en algunos lugares de aquel país residía una numerosa minoría serbia. La situación más complicada se presentaba en Bosnia-Herzegovina: serbios, croatas y musulmanes residían allí todos juntos. Era casi imposible hallar una solución a esa situación. En la mesa teníamos distintas propuestas. Una de ellas era que Eslovenia podía independizarse, pero Croacia debería mantener ciertos lazos laxos con el resto de la Federación, a fin de satisfacer a la minoría serbia. A veces parecía que estábamos muy cerca de alcanzar una solución. Pero si vuelvo a mirar hacia atrás, me doy cuenta de que el régimen serbio estaba trabajando en una solución militar. Serbia estaba esperando a que Eslovenia y Croacia proclamaran su independencia. El 15 de mayo de 1991 bloqueó la Presidencia federal, no aceptando que el miembro croata asumiera el cargo de presidente. De esta manera, la Presidencia dejó de funcionar como comando supremo de las Fuerzas Armadas. Cuando el 25 de junio de 1991 Eslovenia y Croacia declararon su independencia, las Fuerzas Armadas yugoslavas intervinieron en Eslovenia. Quisieron cerrar las fronteras y tomar el control de las comunicaciones. La decisión fue el resultado de la presión serbia y los sentimientos encontrados de algunos ingenuos oficiales federales, incluyendo algunos generales y el primer ministro Markovic, quienes pensaron que aún podían preservar la integridad de Yugoslavia. Esta fue una decisión catastrófica. No para Eslovenia, que fue capaz de defenderse y alcanzar la independencia, sino para el resto de Yugoslavia, que permaneció en el caos y la guerra. Este fue el momento crucial, en el que se pasaba de la negociación política a la guerra.

La guerra se extendió entonces a Croacia, a Bosnia-Herzegovina y, finalmente, de nuevo a Kosovo. El régimen de Serbia optó por la fuerza en el momento, en el que parecía que podía lograr más con la fuerza que con las negociaciones. Su idea era establecer el control sobre la totalidad, si es que era posible, de la Federación yugoslava; si esto no era posible, dejar, entonces, que Eslovenia y parte de Croacia se vayan, y establecer el control sobre las fronteras étnicas serbias y materializar así la idea de la Gran Serbia.

En el momento en que se tomó la decisión de intervenir en Eslovenia, las Fuerzas Armadas yugoslavas eran todavía un ejército federal. Los croatas, los macedonios, los bosnios, los albaneses no estaban dispuestos a luchar contra el pueblo esloveno. Sabían que en un futuro podía sucederle lo mismo a sus propios pueblos.

Eslovenia se había decidido y se mantuvo firme, y, durante la guerra de los diez días, las Fuerzas Armadas yugoslavas se desintegraron. Al cese de fuego siguieron las negociaciones: con la mediación de la Comunidad Europea se alcanzó el así llamado Acuerdo de Brioni entre Eslovenia y la Federación. Este fue el primer y, según creo, el único intento exitoso de Europa de controlar la crisis yugoslava. El acuerdo no era muy claro. Podríamos decir que era una cierta clase de ambigüedad constructiva. Eslovenia y Croacia tuvieron que aceptar una moratoria de tres meses con respecto a su soberanía. Se suponía que yo retornara a la Presidencia federal por tres meses. No quedaba claro qué pasaría después.

Pero los acontecimientos se desarrollaron rápidamente. En la primera sesión de la Presidencia federal acordamos que las Fuerzas Armadas yugoslavas se retirarían completamente de Eslovenia.

De este modo, Eslovenia estableció el control total sobre su territorio. Al comienzo, la comunidad internacional se mostró reacia, pero hacia fines de 1991 y a principios de 1992 llegaron los primeros reconocimientos internacionales. Eslovenia logró así la independencia y salir del desastre yugoslavo.

Pero la guerra se trasladó a Croacia y a Bosnia-Herzegovina. A causa de la complejidad étnica, esta situación fue mucho más difícil y la guerra mucho más intensa. Las Fuerzas Armadas yugoslavas se convirtieron prácticamente en las Fuerzas Armadas serbias. Los serbios tuvieron inicialmente la superioridad militar de su parte, y llevó varios anos para que los croatas y, en parte, los musulmanes bosnios lograran un equilibrio militar.

Cientos de miles fueron asesinados y millones se convirtieron en refugiados. Este es el resultado de la guerra en Croacia y Bosnia-Herzegovina. La comunidad internacional trató de mediar, pero sin mucho éxito. Las resoluciones de las Naciones Unidas, los observadores de la Unión Europea y las fuerzas de paz de las Naciones Unidas no detuvieron los combates. Personalmente, siempre abogué por una temprana intervención militar internacional, a fin de detener las atrocidades. Recién en 1995 los americanos decidieron bombardear las posiciones serbias. Esto trajo, junto con un incremento de la presión militar croata, el fin inmediato de la guerra. Siguieron los acuerdos de Dayton y, finalmente, se estableció la paz y un orden relativo en la exhausta Bosnia-Herzegovina.

Nuestra experiencia en 1991 fue que los serbios no reconocían las negociaciones, sino sólo el uso de la fuerza, si ésta representaba una ventaja a su favor. La comunidad internacional necesitó cierto tiempo para darse cuenta que no estaba tratando con un régimen tolerante y democrático. A menudo se vió enganada por un lenguaje convincente.

Los acuerdos de Dayton establecieron varios principios básicos:
1. Todos los refugiados debían regresar a sus hogares. Eso significaba que los principios y el resultado de la limpieza étnica no serían aceptados.
2. Bosnia-Herzegovina seguiría siendo un estado soberano; se estableció una compleja estructura de autonomía para los tres grupos étnicos principales.
3. El país estaría bajo una administración internacional, con autoridad para desempenar el papel de mediador.
4. Fuerzas militares internacionales permanecerían en el país (fuertemente armadas, a causa de la experiencia negativa con la previa presencia, poco armada, de las Naciones Unidas).
5. Los criminales de guerra deberían ser enviados a la Corte Internacional de la Haya.

La decisión básica era no aceptar la limpieza étnica como forma de resolver los problemas de los estados-nación. Milosevic y su concepto político eran brutales e intolerantes. Ello había conducido a la guerra y a atrocidades extremas. Para la comunidad internacional hubiera sido más fácil aceptar los hechos: nuevas fronteras étnicas, como resultado de la guerra y las matanzas. Pero esto hubiera alentado a otros políticos despiadados a seguir el ejemplo de Milosevic. En Europa y en el mundo nos encontramos con numerosas situaciones étnicas complejas, y las nuevas estructuras europeas se dirigieron en la dirección contraria: se propusieron proteger a las minorías, promover el diálogo y fomentar la tolerancia.

Está claro que una intervención militar temprana y decisiva en 1992 hubiese sido mucho más eficiente. Hubiera prevenido muchas atrocidades. De ese modo hubiese sido más fácil proteger la estructura multiétnica anterior. Ahora, después de anos de matanzas, es mucho más dificil restablecer la confianza necesaria y normalizar la vida en un estado multiétnico. Esto es imposible sin una presencia internacional fuerte y duradera. Aún con ella, la tarea es muy, muy difícil: requiere mucha paciencia y muchos recursos.

Dayton dió una respuesta a una pregunta básica: ?cómo debería tratar de asegurar la estabilidad y la democracia el mundo democrático organizado (los EEUU, la OTAN, la Unión Europea y, si es posible, las Naciones Unidas)? Las diferencias étnicas, culturales, religiosas e históricas siempre pueden provocar tensiones. Siempre habrá algún político que quiera aprovecharse de estas emociones y de la intolerancia hacia aquellos que son diferentes. Siempre es fácil culpar a alguien fuera del propio círculo o de color de piel diferente a la propia por las injusticias del mundo. No es fácil crear fuentes de trabajo, generar crecimiento y todo lo necesario para el bienestar de la población. Muy a menudo el aprovecharse de las emociones y de la irracionalidad puede ser un camino más fácil. Por supuesto, uno puede encontrar políticos responsables, que tratarán de resolver los problemas objetivos del estado, de la población. Pero, generalmente, el progreso en la resolución de los problemas será lento. Muy a menudo, estos políticos no podrán mostrar los resultados de su labor durante su período gubernamental. Éstos se harán evidentes más tarde. Otros políticos entrarán en escena, diciendo que aquélla no es una política eficiente y enérgica. Y siempre es posible encontrar a algún otro, a quien culpar, algún otro, contra quien movilizar las sentimientos de la gente: judíos, albaneses, croatas o quienquiera que sea.

Con frecuencia, esto despertará en la otra parte sentimientos hostiles similares, y algunos políticos organizarán una reacción, estimulando esos mismos sentimientos, lo que rápidamente dará lugar a una guerra. Para Milosevic fue muy fácil decir que Kosovo es una tierra histórica y sagrada para los serbios, y que los serbios residentes allí no sólo deben ser protegidos (lo cual es legítimo), sino que allí debe imponerse el dominio y la hegemonía serbios. Si él hubiese empezado abogando por el diálogo y los albaneses lo hubiesen rechazado, hubiera sido legítimo proteger los derechos de la minoría serbia en Kosovo. Según mi experiencia, tal diálogo era imposible, no hubo voluntad para ello. Milosevic llevó adelante su política aprovechándose deliberadamente de los sentimientos nacionales y usando la fuerza. Los albaneses de Kosovo tampoco eran interlocutores fáciles. Pero cuando se recurre a la violencia para convencerles, lo único que uno puede esperar es que, tarde o temprano, respondan con violencia. Milosevic propugnaba el concepto de la Gran Serbia - todos los serbios en un solo estado. De acuerdo a esta concepción, en caso de haber otros pueblos en ese estado, éstos deberían estar bajo el gobierno serbio, o sea, el de Milosevic.

Y al no acordar ellos, comenzó la guerra. La limpieza étnica, con todas sus atrocidades, fue llevada a cabo para crear fronteras nacionales "limpias". Otros grupos étnicos fueron eliminados o huyeron a otros países como refugiados. La comunidad internacional necesitó algún tiempo para entender qué era lo que realmente estaba sucediendo en la antigua Yugoslavia, especialmente en Bosnia-Herzegovina. Pareciera que Srebrenica fue el punto que marcó el cambio decisivo. Miles de musulmanes fueron ejecutados frente a los ojos de las impotentes e indecisas fuerzas de pacificación de las Naciones Unidas; Srebrenica fue un ejemplo extremo de la limpieza étnica de un enclave musulmán en un territorio controlado por los serbios. Después de Srebrenica, el encanto de los serbios desapareció y la comunidad internacional tomó conciencia de que sólo una fuerza más poderosa podía servir de argumento para convencer a Milosevic y sus seguidores.

Los acuerdos de Dayton estaban en concordancia con el nuevo concepto de seguridad de Occidente y sus estructuras democráticas. La fuerza y la violencia no son instrumentos aceptables para resolver situaciones multiétnicas complejas. Los instrumentos adecuados son el diálogo, la cooperación y la tolerancia mutua.

Sin embargo, Dayton se quedó a medio camino. Políticas nacionalistas agresivas no fueron recompensadas. Una Gran Serbia (o una Gran Croacia) no fue aceptada. De todos modos, los mismos políticos y sus políticas permanecieron en el poder. Y el problema de Kosovo estaba aún allí.

Cuando en 1998 los albaneses de Kosovo iniciaron una resitencia más organizada y armada (el Ejército de Liberación de Kosovo), Milosevic respondió con la policía y el terror paramilitar. La comunidad internacional le amonestó al respecto, a lo que siguieron nuevos acuerdos interinos. Sin embargo, la violencia continuó, y en febrero de 1999 el así denominado grupo de contacto (EEUU, Gran Bretana, Alemania, Francia, Italia y Rusia) organizó la conferencia de Rambouillet. A los serbios y a los albaneses de Kosovo se les solicitó que se reuniesen y discutiesen un plan de paz, preparado de antemano por el grupo de contacto. En este caso, el abordaje del asunto fue diferente y liderado marcadamente por los americanos. El acuerdo le concedería la autonomía a Kosovo, si bien formalmente todavía dentro del marco de Serbia y Yugoslavia. Una sustancial fuerza internacional aseguraría la paz en aquella turbulenta provincia.

En este caso las "negociaciones" fueron diferentes. Ambas partes se encontraron con el hecho de que no se esperaba de ellas un cambio del plan o que realmente negociasen. El abordaje del asunto fue del tipo "lo toma o lo deja". Si los serbios no aceptaban la propuesta de Rambouillet, la OTAN empezaría con los ataques aéreos en Serbia. Si los albaneses rechazaban la propuesta, perderían el apoyo de la comunidad internacional.

El punto difícil para Milosevic era aceptar la presencia de fuerzas internacionales en Kosovo. Esto significaría, de hecho, que la soberanía serbia en Kosovo sería seriamente reducida o se perdería. Para los albaneses el problema era lo contrario: aceptando el plan, ?acaso no estarían renunciando a sus reclamos por un Kosovo soberano? En el acuerdo se mencionaba un plebiscito a llevarse a cabo dentro de tres o cinco anos. Esta mención, sin embargo, era vaga y ambigua.

Finalmente, después de un intervalo de dos semanas, los albaneses de Kosovo aceptaron el plan y los serbios lo rechazaron. Y la OTAN comenzó con los ataques aéreos a la República Federal de Yugoslavia.

Más tarde hubo numerosas discusiones acerca de las negociaciones de Rambouillet. Muchas de las críticas hacían referencia a su exagerada brutalidad, etc. La secretaria Albright fue criticada.

Normalmente y en otras circunstancias yo estaría de acuerdo con estas críticas, pero no en este caso. Personalmente pienso que los americanos y, luego, los europeos actuaron adecuadamente. Después de una década de experiencias con Milosevic y su política, después de numerosos acuerdos que no fueron respetados, fue ésta una respuesta fuerte y creíble de parte de la comunidad internacional. El plan de Rambouillet presentaba una forma transicional de resolver el problema de Kosovo. Fuerzas internacionales tomarían a su cargo el mantenimiento de la paz y la seguridad. Las fuerzas de Milosevic no eran de confiar. Los albaneses de Kosovo no obtenían un estado soberano. Eso era comprensible. Albania ya existía, también una gran minoría albanesa en Macedonia. ?Acaso se unirían todos para formar una Gran Albania? ?Por qué sería mejor una Gran Albania a una Gran Serbia? Es por ello que la comunidad internacional intentó hallar un compromiso en el sentido de Dayton.

De acuerdo a esta concepción, grupos étnicos distintos deberían convivir en un estado organizado democráticamente y compartir el poder de acuerdo a estándares democráticos. Ningún nacionalismo triunfaría: ni el serbio, ni el albanés. El único problema era que esta manera de abordar el asunto era muy difícil de llevar a cabo, dadas las numerosas atrocidades que se habían cometido y el odio mutuo que se había acumulado durante una década. ?Cómo convencer a los serbios y a los albaneses a convivir como buenos vecinos? ?Cómo convencer a los albaneses a que renuncien a la venganza? Sin embargo, la alternativa restante era la limpieza étnica, proveniente de una u otra parte.

La vía de Dayton y Rambouillet demanda mucha paciencia, tiempo y recursos. Y no ofrece garantías de éxito. Sin embargo, el significado y las implicaciones de la misma son más amplias: ella trata de definir un camino para asegurar la estabilidad europea y mundial, y para prevenir otros conflictos regionales, cambios de fronteras y las guerras que resultan de ellos. No fue fácil convencer a los albaneses de que aceptaran el acuerdo de Rambouillet. Para convencer a los serbios y a Milosevic se necesitó una guerra.

Los serbios no esperaban este tipo de resultado. Contaban con las diferencias que existían entre algunos de los países participantes. En Rambouillet esperaban alguna ayuda de parte de Rusia y también de Francia. Estos eran sus aliados históricos. Confiaron en sus aliados tradicionales, y en eso consistió su error. El modo de pensar geopolítico tradicional no prevaleció. Algunos restos de él estuvieron aún presentes durante los primeros anos de la crisis yugoslava en Bosnia-Herzegovina, pero ahora las prioridades de la comunidad internacional se habían vuelto más claras. Al igual que los demás aliados, Francia siguió el liderazgo de los americanos. Es verdad que Rusia representó un cierto problema, pero no estaba en posición de oponerse seriamente al accionar de Occidente. Es por ello que el ultimátum de Rambouillet se mantuvo firme. De hecho, pienso que la mayoría de los aliados, especialmente los rusos y, por supuesto, los serbios, no creían que el ultimátum se llevaría a cabo. Al final creían que el ataque militar era una posibilidad, pero una posibilidad improbable. Sin embargo, en ese momento las cosas habían llegado muy lejos. La credibilidad de la OTAN y de los EEUU estaba en juego. Debían aceptar el desafío. De no ser así, la totalidad de la nueva política habría fracasado y Milosevic sería el vencedor. Con todas las consecuencias negativas que eso significaba para el mundo, a la vez que la credibilidad interna de esos gobiernos sería puesta en duda.

La misma lógica se mantuvo en vigencia durante los tres meses de ataques aéreos. La OTAN tenía que triunfar. Para Rusia se encontró un papel que salvara las apariencias: el papel de mediador. La autorización de las Naciones Unidas y su participación en las fuerzas de pacificación en Kosovo fue también otro mínimo detalle para salvar las apariencias, concedido a Milosevic: éste debía aceptar las condiciones de Rambouillet, pero en la forma de una resolución de las Naciones Unidas. Habría no sólo fuerzas de pacificación de la OTAN, sino también de las Naciones Unidas.

Los políticos de la OTAN no querían poner en riesgo la vida de sus soldados. Temían perder el apoyo público para sus acciones. Éste fue el punto débil de toda la empresa militar. Los ataques aéreos a los objetivos militares no quebraron la voluntad de resistencia de Milosevic. Fue el bombardeo de plantas eléctricas y de otra infraestructura clave la que decidió la guerra en Serbia.

Milosevic empezó a perder el apoyo público. A la vez, el hablar de despliegue de fuerzas de tierra ciertamente contribuyó a la decisión de renunciar a Kosovo. El despliegue de fuerzas de tierra de la OTAN hubiera sido políticamente riesgoso para la Alianza. Para Milosevic, a pesar de las seguras bajas de la OTAN, hubiera significado su fin - probablemente no sólo político - definitivo.

Es por ello que capituló en una situación muy tensa, cuando la OTAN ya no podía posponer por mucho tiempo más el uso de las fuerzas de tierra. La doctrina de Occidente fue exitosamente apoyada por medios militares y el "bad guy" fue vencido.

Sin embargo, Serbia no ha cambiado. Milosevic sigue en el poder. Montenegro, la otra república de Yugoslavia que ha quedado, se mantiene del lado democrático y desea separarse de Yugoslavia, si no hay cambios en Belgrado. La historia de la década ha llegado a su fin, pero no se ha terminado completamente.

Los países occidentales han establecido ahora un así denominado Pacto de Estabilidad para la Europa del sudeste. La idea es fomentar la reconstrucción económica y democrática de la región, a fin de promover la seguridad y la estabilidad. Las guerras y la limpieza étnica no deben volver a repetirse. Los derechos humanos individuales y de las minorías deberán ser protegidos. El desarrollo de las instituciones democráticas deberá ser apoyado.

Las fuerzas internacionales permanecerán en Bosnia-Herzegovina y en Kosovo. Ambos serán una especie de protectorado internacional, hasta que no se logre una satisfactoria consolidación democrática.

A los "bad guys" no les corresponde nada. Serbia no participará en el Pacto de Estabilidad, a menos que alcance cambios democráticos.

Si hacemos un resumen de la década de guerras en Yugoslavia, podemos ver el siguiente resultado:
1. Milosevic empezó con el concepto de una Gran Serbia. Ahora Serbia se encuentra en un bajo momento histórico: destruida, aislada internacionalmente, sin perspectivas que ofrecer a las generaciones presentes. Parte de Croacia, Bosnia-Herzegovina y Kosovo se han perdido. Montenegro también está por separarse.
2. Diez anos atrás opuse a la concepción de Milosevic las ideas de diálogo, tolerancia, integración europea, eficiencia económica y prosperidad. En aquel momento pudo haber parecido una manera ingenua de abordar la cuestión. El despiadado concepto autoritario de la otra parte parecía más poderoso, más realista, más victorioso.

Sin embargo, Eslovenia es hoy un país próspero, exitoso, económicamente desarrollado. Nuestra democracia es estable. Eslovenia es miembro de la OMC, del Consejo de Europa, del ACLC y muchas otras organizaciones internacionales. Es un candidato de primera línea para pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN.

Es por ello que no resulta sorprendente que el presidente Clinton, durante su visita en Eslovenia en junio de 1999, mencionara a Eslovenia como un caso exitoso de transición económica y política, y como un ejemplo a seguir para los otros países de la región.

No es que los eslovenos, los croatas o los americanos sean mejores personas que los serbios. No. Según mi propia experiencia, los serbios son excelentes personas. Desafortunadamente fueron liderados por políticos irresponsables y aventureros. Esta clase de políticos no debería tener lugar en las modernas estructuras de seguridad y en los sistemas democráticos de Europa y el mundo civilizado. De todos modos, no debe dejar de senalarse que los serbios han pagado el precio; lo cual es mucho más de lo que se puede decir de numerosos políticos y naciones del pasado.
Latest news

Monday, 29.10.2007
Assignment of budgetary funds
Office of the President of the Republic
Erjavèeva 17
SI-1000 Ljubljana
Slovenia

phone: +386 1 478 12 22
fax: +386 1 478 13 57

E-mail   gp.uprs@up-rs.si
© 2005 Office of the President of the Republic  |  Legal information and Authors  |  Site map